Las 'escort' y el nuevo trabajo sexual: los sorprendentes cambios en el amor pago
Los
cambios en las costumbres, la mayor aceptación del sexo en las
sociedades occidentales y el nuevo papel social de la mujer, hacían
pensar en la prostitución como fenómeno en declive, residuo
de un pasado atávico que quedaría reducido a su mínima
expresión gracias a una mentalidad avanzada. Sin embargo, lo
que nos encontramos en el florecimiento del capitalismo global es que
la comercialización del sexo se ha extendido y ha aumentado en
los en los últimos años, según afirman María
Antonia Carbonero Gamundí y María Gómez Garrido,
profesoras de la Universitat de les Illes Balears en su estudio El nuevo/viejo
trabajo sexual: distinción y estigma.
Como si la prostitución hubiera vivido las mismas tensiones de
oferta y demanda que han afectado a la gran mayoría de productos
y servicios, también ha desarrollado nuevas estrategias que la
han llevado a diversificarse y a ampliar sus posibilidades para satisfacer
a un cliente muy diverso. En especial, destaca una nueva oferta dirigida
a una clase media con cierto nivel educativo en la que tanto los
trabajadores/as como los/las clientes/as otorgan significados distintos
a la prostitución tal y como se entendía tradicionalmente.
El cliente no paga sólo por el contacto físico, sino que busca la intimidad que encontraría en una pareja
Según el estudio, esta nueva prestación sexual se caracteriza por un plus en los servicios ofrecidos (tiempo de conversación, acompañamiento a una cena o a una fiesta) que le aleja del servicio sexual tradicional, especialmente el de calle, que se definía por el contacto físico estricto y rápido cuyo único fin era el placer sexual inmediato. Esta deriva incluye, no obstante, un cambio revelador: en este entorno de facilidad para conseguir relaciones sexuales, lo que se termina pagando no es el contacto carnal, sino el afectivo. El dinero se abona a cambio de intimidad.
La ilusión de una relación
El
servicio de escort, afirma el estudio, es un caso paradigmático
del llamado trabajo emocional, es decir, del trabajo interior
y exterior de una persona sobre sus propias emociones para poder manejar
también las del otro y lograr una situación satisfactoria.
Implica la disposición completa del tiempo de una persona para
que el otro pueda vivir la ilusión de una relación.
El cliente, por tanto, no estaría pagando por la obtención
de un placer sexual que le sería negado por otras vías,
sino por la obtención de una fantasía de relación
que no encuentra de otro modo: pagan por la representación de
una idea de pareja.
En este contexto, el contacto físico no es lo más importante.
Es frecuente, pero no siempre tiene lugar. En primer lugar, porque no
es necesariamente el cuerpo lo que se mercantiliza, afirman Carbonero
y Gómez. Se espera poder compartir con estas personas algo más
y que la relación no sea tan impersonal y desprovista de calor
humano como el tradicional contacto físico con la prostituta
del pasado. En segundo, porque se suelen establecer vínculos
con los clientes: algunos repiten porque necesitan sentir la ilusión
de que hay algo más que un puro intercambio mercantil entre ellos.
Conocen lo que les gusta, y por ello mismo pueden sentir una cierta
familiaridad: una trabajadora nos contaba, por ejemplo, que un camionero
la contrata cuando pasa por su ciudad, sólo para pasar la noche
con él, charlar y abrazarse.
Me
considero una chica extrovertida, aventurera, cariñosa y simpática.
Para mí en el sexo lo principal es el feeling, el buen trato
y el dejarse llevar
Incluso los anuncios con que las escort se publicitan aparecen muy alejados
de las tradicionales invocaciones al placer. Las formas de hacerse visibles
privilegian aspectos peculiares: podrían pasar fácilmente
por anuncios de personas que buscan una relación estable. La
descripción que hacen de sí mismas y de lo que quieren
retrata una situación en la que parecería no mediar oferta
económica, como muestran algunos de los ejemplos recogidos en
el estudio.
Noa: Me gustan los hombres inteligentes, con personalidad, cultos, educados,
pasionales y cariñosos. Estudié administración
y gestión de empresas y actualmente estoy trabajando como azafata
de imagen en congresos y como modelo publicitaria. Quiero ser empresaria
y montar mi propio negocio. Quiero aprender. (Elegancy Models)
Esther: ¡Hola! Llevo 8 meses solo trabajando como escort, para
mi este mundo es nuevo. Me considero una chica extrovertida, aventurera,
cariñosa y simpática. Me encanta la psicología,
de hecho lo estoy estudiando, me encanta viajar, vivir experiencias
nuevas y sobre todo me gustan las aventuras. Para mí en el sexo
lo principal es el feeling entre dos personas, el buen trato y dejarse
llevar. (Elegancy Models)
Ansiolíticos para aguantar
Esos elementos afectivos no aparecen sólo en el aspecto promocional. Dado que la gran mayoría de los clientes y buena parte de las trabajadoras cuentan con capital cultural y una procedencia de clase media, se genera, afirma el estudio, una ilusión de igualdad. Las conversaciones, las actitudes y las formas de unos y otros no son distintas, y poseen unos códigos y unos habitus similares, al igual que suele ocurrir con las parejas estables. Además, los riesgos a los que están sometidos los trabajadores también tienen que ver mucho que ver con los de una relación duradera. En las entrevistas que las autoras del estudio realizan con los/as escort, se señala cómo convivir un tiempo largo con un/a cliente en un viaje de placer puede convertirse en una auténtica pesadilla: Algún testimonio nos habla de la necesidad de tomar ansiolíticos, y los cuadros de insomnio o depresión tras haber tenido contacto regular, en viajes, con algunos/as de estos/as clientes.
Esa supuesta democratización haría del nuevo trabajo sexual un servicio prestado entre iguales
Este
giro es significativo: en una sociedad que aboga por el placer como
signo de salud, una suerte de deber que ha de cumplirse si se quiere
encajar en la definición de sujeto sano e integrado en la vida
social, lo que se demanda, y por lo que se paga, no es por el contacto
físico, sino por el afecto y la intimidad, por una relación
que tenga la apariencia de esa autenticidad de la que carece.
Se establece así una diferencia significativa, señala
el estudio, entre el viejo trabajo sexual, que se caracteriza
por un estricto intercambio sexual, tarifado de manera muy explícita,
y las nuevas formas de servicio, de las que se espera una implicación
de la persona, favorecida en parte por una dilatación del tiempo
de relación con el cliente. Sin embargo, este nuevo trabajo sexual
sería más satisfactorio que el primero porque alejaría
de las relaciones de poder que caracterizaban a la prostitución
de calle y porque esa supuesta democratización haría
del nuevo trabajo sexual un servicio prestado entre iguales.
La chica buena y la mala
Sin embargo, estos discursos, afirma el estudio, tienden a perseguir
a la trabajadora del sexo en la calle, persecución a menudo teñida
de racismo y de xenofobia, ya que la mayoría de quienes la ejercen
son inmigrantes, al tiempo que normalizan los nuevos estilos
de prostitución.
En segundo lugar, el discurso añade nuevos elementos Ya en decadencia
el criterio de la doble moral y la dicotomía entre la buena
y la mala chica,no se discute tanto la actividad en sí
misma cuanto los lugares donde se lleva a cabo, que no respetan las
nuevas reglas del juego del comercio sexual de la clase media. Según
las autoras del estudio, esa diferencia entre el viejo y el nuevo trabajo
sexual no es tanta, ya que hay líneas de continuidad entre uno
y otro. Donde sí hay diferencias es en los discursos, que distinguen
a las nuevas formas y estigmatizan a las antiguas.